sábado, 3 de abril de 2010

Los cínicos

A los cínicos y a los cirenaicos se los considera socráticos "menores", tratan de precisar en qué consiste el verdadero bien, cuyo contenido general no había dado Sócrates. Jenofonte (aprox. 430-354 a. de J. C.), cuya vida novelesca, primero al servicio de Ciro el Joven, luego al de Esparta, proscrito por combatir a su patria ateniense y apreciadas sus obras por su sencillez y claridad, su Ciropedia o semblanza del gobernante ideal inspirará a no pocos príncipes y a sus utopías. Es antidemócrata y defiende una monarquía de tipo militar, a la que opone la tiranía. Pese a su vinculación a los bárbaros, al príncipe persa, veía en su vida sencilla y austera lo más cercano a la naturaleza, alejándose del refinamiento cultural que corrompe a las sociedades y causa su decadencia.
La fundación de la escuela cínica se atribuye normalmente a Antístenes (aprox. 445-365 a. de J. C.), o a Diógenes de Sínope. Formaban un grupo un tanto vago y desorganizado de maestros errabundos y filósofos populares, que adoptaban una vida de pobreza que recuerda a las órdenes mendicantes de la Edad Media. Se dirigían principalmente a los pobres, su doctrina se basaba en que el sabio debe bastarse a sí mismo, y pregonaban el desprecio de todos los convencionalismos, o dicho de otra forma, a los prejuicios de estirpe de los atenienses. La virtud consistía en la moderación, entendida como falta de necesidades, de ahí su indiferencia hacia los bienes externos. Critican las instituciones y los valores sociales, desaconsejaban el matrimonio sustituyéndolo por el amor libre, se despojaron de toda significación a la polis, considerándose ciudadanos del mundo, y su pacifismo radical buscaba ese cosmopolitismo igualitario. Contraponen la sociedad y sus leyes a la naturaleza, con lo que encuentran en la cultura algo artificial. Glorifican al "buen salvaje" que recuerda concepciones posteriores de Rousseau, su iusnaturalismo es revolucionario, cuya consecuencia era la tiranía o la aristocracia, que ha de permitir la anarquía, el sabio cínico no necesita gobierno ni autoridad. Se movían por un odio real hacia las discriminaciones sociales universales, pero este odio les hizo volver la espalda a la desigualdad y a ver en la filosofía la entrada a un reino espiritual en el que las abominaciones no importaban. Lo importante de esta escuela es el hecho de ser la matriz donde nació el estoicismo.
[Véase, Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Barcelona, Edicomunicación, 1986; A. Truyol y Serra, Historia de la Filosofía, del Derecho y del Estado, Madrid, Alianza, 1987, págs. 133-137; George Sabine, Historia de la teoría política, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1990, Págs. 109-110].

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