jueves, 22 de abril de 2010

La zancadilla de Dios



"De repente sucedió que, mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, hacia el mediodíal lo envolvió una luz del cielo, y caído en tierra, oyó una voz que le decía:
-Shaul, Shaul, lámmah ántha radéf lí?
¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues?
Duro es para ti dar coces contra el aguijón.
Saulo respondió:
-¿Quién eres tú, Señor?
Y El:
Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Saulo le dijo:
-¿Que debo hacer, Señor?
Y Cristo a él:
-Levántate, y vé a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está determinado que debes hacer.
Se levantó, pues, Saulo de la tierra, y aún con los ojos abiertos, nada veía; llevándolo de la mano, lo introdujeron en Damasco. Estuvo tres días sin ver, y ni comía ni bebía". (Hechos 9, 3-9 completado con Hechos 22, 6-11 y 26, 12-16).
En el suelo quedó el perseguidor fariseo Saulo.
El que se ha levantado pasará a la historia como el Apóstol de las Gentes.
De las órdenes del Sanedrín ha pasado a las órdenes de Cristo.
- ¿Qué debo hacer, Señor? ... ¿Qué debo hacer, Señor?
En adelante gustará llamarse, y muchas veces en sus escritos se proclamará: Pablo, el siervo de Jesucristo.
[Véase, Salvador Muñoz Iglesias, Por las rutas de San Pablo: ciudadano romano, apóstol y mártir, Ediciones Palabra, 1981, pág. 25].

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