martes, 13 de abril de 2010

Cicerón

Marco Tulio Cicerón (106-43 a. de J. C.), si bien no es original ni profundo como pensador tiene el mérito indiscutible de haber difundido la filosofía griega entre los romanos; buen orador, y mejor compilador que escritor, poseía las condiciones que favorecieron la transmisión del patrimonio filosófico helénico a la Latinidad. Los tratados De re publica, De legibus y De officiis, encierran lo fundamental de sus doctrinas jurídicas y políticas.
La verdadera importancia de Cicerón para la historia del pensamiento político consiste en que dio a la doctrina estoica del derecho natural la formulación en que ha sido universalmente conocida en toda la Europa Occidental desde su época hasta el siglo XIX. De él pasó a los jurisconsultos romanos y en no menor medida en los Padres de la Iglesia. Los pasajes más importantes se citaron innumerables veces en la Edad Media, desde San Agustín hasta Lactancio, llegando a ser objeto de conocimiento común. En primer lugar hay un derecho natural universal que surge a la vez del providencial gobierno del mundo por Dios y de la naturaleza racional y social de los seres humanos que les hace afines a Dios. A la luz de esta ley eterna, todos los seres humanos son iguales, no lo son en saber, y no es conveniente que el Estado intente igualarlos en riqueza, sino que son iguales en cuanto poseen razón, en su estructura psicológica y en su actitud general en cuanto a lo que creen honorable e indigno. Más aún Cicerón llega a sugerir que nada sino el error, los malos hábitos y las opiniones falsas impide a los hombres ser en realidad iguales. Todos los seres humanos pueden tener las mismas clases de experiencias, y todos son capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo:
"De todo aquello sobre lo que versan las discusiones de los filósofos, nada tiene más valor que la plena inteligencia de que nacemos para la justicia y de que el derecho no se basa en la opinión, sino en la naturaleza. Ello es evidente si considera la sociedad y unión de los hombres entre sí. Pues nada es tan igual, tan semejante a otra cosa, como cada uno de nosotros a los demás. Por ello, si la depravación de las costumbres, la vanidad de las opiniones y la estupidez de los ánimos no retorciesen las almas de los débiles y las hiciesen girar en cualquier dirección, nadie sería tan semejante a sí mismo como cada uno de los hombres a todos los demás".
Encontramos en Cicerón una confianza generosa en la naturaleza humana y la afirmación de la existencia de ese vínculo entre los hombres y los dioses en cuanto a la ley y al derecho. Lo esencial es la realización de la justicia como una ordenada convivencia humana, siendo el fin esencial de la sociedad política, que no es ni más ni menos que aquella asociación humana cuyo vínculo consiste en la noción de lo justo y la común utilidad.
[Véase, A. Truyol y Serra, Historia de la Filosofía del Derecho y del Estado, Madrid, Alianza Universidad Textos, 3ª ed., 1987, 2 Vols. Vol. I, págs. 189-194; George Sabine, Historia de la Teoría Política, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 19ª reimp., 1990, págs. 127-131; Marco Tulio Cicerón, Sobre el orador, Madrid, Gredos, 2007].

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