miércoles, 10 de noviembre de 2010

Nicolás Maquiavelo, el maquiavelismo...


Cuando hablamos de una persona maquiavélica nos referimos a una persona que utiliza artes no del todo éticas o morales para alcanzar sus objetivos. Pero tenemos que saber diferenciar al Maquiavelo del Renacimiento, con el peyorativo "maquiavélico", que se utiliza para comprender las malas artes en el terreno político, o por lo menos, la confusión entre los fines y los medios. Pero durante el Renacimiento los fines eran lo importante y nunca los medios con los que se conseguían, y es a partir de las consecuencias de la Revolución Francesa cuando empiezan a separarse los medios de los fines: ningún mal medio justifica un buen fin, y a viceversa, ningún buen fin justifica un mal medio. Además, el término maquiavélico comprende una persona compleja que utiliza artes ilícitas: confusión, engaño, mentira, coacción, para manejar a sus semejantes y conseguir sus objetivos. Pero debemos de aclarar que el arte de la política nunca fue un arte lícito, es decir, moralmente puro, sino que en el arte de gobernar al hombre siempre ha existido el ansia de poder, la ambición humana, enalteciendo lo más oscuro del ser humano, sus más inhumanos sentimientos. La justificación del engaño como arma política es tan antiguo como el hombre mismo, y a decir verdad, todos los líderes políticos lo utilizan de una u otra forma, al comprender que no hay mayor engaño que el que se hace el hombre a sí mismo. El verdadero político tiene que ser astuto y hábil para conseguir sus fines, que son la consecución del poder y su mantenimiento. La malignidad del político comprende el engañar para conseguir el poder, y no hay mayor mal que el confundir medios con fines, aunque éstos en la mayoría de las ocasiones estén revestidos de la mejor utopía, de la bondad pura. Entramos en el terreno de las ideologías, que en el mundo contemporáneo se denominan corrientes de pensamiento, pero las distintas formas de pensar al hombre se deberían de unir el un humanismo exento de dogmas, algo complejo en el mundo actual, cuando chocan las distintas formas de entender al hombre y de gobernarlo. En más de dos mil años de pensamiento político, de filosofía política, siempre ha existido la diferencia entre el pensamiento y la acción, el infierno rebosa de hombres con buenas intenciones, y es difícil el separar lo que pretendemos pensar del hombre y lo que al final se hace con él, y más en nuestras sociedades actuales cuando tantos intereses luchan por conseguir sus objetivos. La muerte de las ideologías es producto de nuestra forma de vida, exenta de un humanismo generoso y de una utopía alcanzable. "Cualquier cambio que se quiera hacer sobre la sociedad debe empezar por el individuo". 

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