sábado, 1 de mayo de 2010

Los Padres de la Iglesia

Por la lengua en que escribieron, los Padres de la Iglesia se dividen en Padres y escritores cristianos griegos, denominados orientales (S. Justino, S. Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio de Cesarea, los tres Padres de Capadocia: S. Gregorio de Nuzianzo, S. Basilio y su hermano S. Gregorio de Nissa; S. Juan Crisóstomo, Teodoreto de Ciro). Y los Padres y autores cristianos latinos u occidentales (Tertuliano, S. Cipriano, Lactancio, S. Ambrosio, S. Jerónimo, S. Agustín). Los primeros nutridos de la cultura griega, son más especulativos, ocupándose se las tareas más arduas y elevadas de la teología. Los segundos, familiarizados con el derecho romano, sienten una mayor inclinación por las cuestiones prácticas, políticas y sociales. Las dos tendencias se reconcilian con San Agustín.
Las fórmulas de San Pablo ejercieron una influencia decisiva sobre su pensamiento, con lo que puede decirse que en materia jurídica, política y social, la doctrina de los Padres de la Iglesia es como una exégesis de los textos paulinos, a los que se une en los Padres occidentales la influencia de Cicerón y de Séneca; por lo que ocupa un lugar central en su pensamiento el tema del derecho natural, y el origen y fundamento del poder político.
Aceptadas y confirmadas por el Nuevo Testamento las ordenaciones naturales, la actitud de los cristianos ante el Imperio romano no fue uniforme. Si ya en el mundo helenístico, afín al romano religiosa y culturalmente, se comprueba en ciertos ambientes una resistencia espiritual al Imperio, e idéntica actitud entre los judíos y los cristianos perseguidos. Para todos ellos era inadmisible sobre todo el culto del emperador y destacan por su brutal antirromanismo los Libros u Oráculos sibilinos de los círculos judeo-alejandrinos y judeo-cristianos con vaticinios catastrofistas y destructores atribuidos a profecías paganas. En estos libros, como también en el Apocalipsis de San Juan, la Roma destructora del Templo y perseguidora de los cristianos se convierte en la nueva Babilonia que, frente a Jerusalén, representa las fuerzas del mal. Se trata de una contraposición de dos sociedades que encarnan realidades supratemporales diferentes por el amor que las anima, el de Dios o el de los hombres: la ciudad de Dios y la ciudad terrena, cuya lucha describirá San Agustín.
El retablo de los Padres de la Iglesia es del renacentista flamenco Michael Pacher (1435-1498) y representa a San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Magno y San Ambrosio.
[Véase, A. Truyol y Serra, Historia de la Filosofía del Derecho y del Estado, Madrid, Alianza Universidad, 8ª ed., 1987, 2 Vols. Vol. I, págs. 247-262].

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